
Llego vestida para matar...lo. Se peino, tal cual el queria, su tirante cabellera reflejaba la mortecina luz, que encendia, su lugubre vivienda. Con pasos certeros, penetro su morada, sonrisa instalada, la conciencia de venir a devorarlo. Sus altos tacones, aguardaban el mortal duelo, que le tenia prometido desde tiempos que ella, ya no recordaba. Su ajustado vestido de cuero, moldeaba su figura, y no daba lugar que era uniforme de combate. Le sonrio felinamente, y apenas cruzo el umbral, apoyo su cuerpo en el , mientras que sus brazos, lo envolvian en mentiroso amor, que el debia comprar. Abrio su boca perfecta, pintada de rojo carmesi, para que el le introdujera toda su lengua, paladeando ella, goces diferentes. Se dejo besar consciente, de el deseo de el. Movio su cuerpo, y se apretujo fuertemente con sus caderas, sintiendo su viril bienvenida. Con suave balanceo , se acoplo asi vestida, al ritmo que marcaria una noche de pasiones encontradas. Lo beso, lo lamio, lo mordisqueo, jugueteo con sus sexo que aunque todavia , se contenia, latia por ella. Se rio, y le ofrecio el largo descenso de su nuca, para que el explorara todos sus puntos sensibles, en ansiosa busqueda.Con mano traidora, rozo el contorno de todo su viril instrumento. Giro su cuerpo, para que el levantara su pollera, el deseo de ambos corria desesperado. La apoyo bruscamente contra la pared, mientras en solo movimiento, rompia sus medias, descorria su ropa interior a un costado, y dejaba penetrar su certera arma, para conquistarla, para dominarla, consciente de que era suya. Una y otra vez, la hizo suya, se asio fuertemente a sus caderas, marcas de amores que no serian ,quedarian impregnados en su piel...
Y mientras el libraba batallas que pasaban por la carne, ella sentia romperse el hechizo que la habia hecho suya, cuando el la acabo, por segunda vez, dentro de ella, sin cuidado, sin limite, sintio que era hora de acabarlo. Tendido, languido, satisfecho, conforme con su entrega feroz, su poderoso miembro , laxo, ella se irguio sobre su figura, se limpio sus besos, su semen, sus heridas ya cicatrizadas y se marcho sin siquiera decir adios. Sin antes, haberle tirado un par de billetes sobre su sorprendida humanidad.
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