sábado, 19 de enero de 2008

María y solo ella.


María es una tipa atractiva, a pesar de algunos kilos de más, que a ella no le importa, (así que al resto menos), no hay fiesta que ella no se pierda.
Dos separaciones, dos hijos de recuerdo de aquel paso por ese estado, le quedaron en la vida. Es simpática, alegre, divertida, pero está sola.
Llegó a la fiesta, y sus ojos inquisidores buscaron algo interesante para iniciar alguna conquista ocasional, que diezmara su desamor aunque sea unas horas. Pasaron las horas, y ya aburrida , luego de una importante ingesta de alcohol, empezó a impacientarse. No quería perderse una rato de amor...
Más tarde, la encontré bailando con un hombre que ya acariciaba los sesenta. Patéticamente derramada sobre él. Tenía la edad para ser su padre, pero a ella a esa altura de la noche, lo menos que le interesaba era el incesto.
Hoy hablé con ella, no guarda recuerdos de anoche, sus brazos inermes acarician el vacío. Ese lugar que todos los días le recuerda, su soledad. María sigue sola y su único compañero es el desamor.
María y su desamor...

domingo, 6 de enero de 2008

un café


Hoy me las encontré , en un bar. Me costó reconocerlas, estaban las dos tan embuídas en la conversación que sus cabezas estaban casi pegadas. No me atreví a interrumpirlas, pero no pude con mi curiosidad, y me senté en una mesa próxima, tratando de descifrar aquello que las tenía tan concentradas. Por supuesto , que ni se percataron de mí, y eso beneficio mi sádico interés por escucharlas.
María lloraba, y eso me sorprendíó jamás en años la había visto en esa situación, mientras que Margarita intentaba consolarla aunque le costaba tender la mano caritativa hacia su amiga. Lo noté porque Margarita arrugaba el mantel, y notaba en sus ojos, la duda si iniciar un contacto con su amiga o no.
Margarita era dura, y despreciaba las caricias porque jamás en su vida había podido superar la frialdad con la que dirigía su vida. Desde niña, había sido criada desde un trato distante, y ni siquiera con su amiga podía quebrar esa traba que tenía.
Pedí un cortado , y me dispuse a escucharlas. Reconozco que sentí culpa, por mi indiscreción, pero así y todo no pude resistir la tentación de una buena confesión.

UNIDAS EN EL DESAMOR


María y Margarita, desde chicas estaban acostumbradas al desengaño y el abandono. María era huérfana de madre desde los 11 años, y su padre no había tenido mejor idea que dedicarse a la bebida y abandonarla a su suerte.
Margarita era hija de un matrimonio centenario ,prácticamente, pero donde no abundaba el amor, si no más bien la comodidad y la rutina.
Se criaron salvajes las dos, María producto del infortunio, Margarita producto de su rebeldía. Un día entrecruzaron sus caminos y sellaron una amistad duradera.
María probó cuantos hombres se le cruzaron en el camino, pero con el mismo destino :todos la dejaban. Hasta que un día descubrió, que la única razón de aquellas huidas era buscar repetidamente el mismo modelo de hombre que desaparecía, tal cual su padre lo había hecho con ella.
Margarita otro tanto, tenía en su haber no sé cuantos matrimonios, pero no lograba encontrar aquello que saciara su búsqueda, no les daba una mínima chance y rompía todas las relaciones.
Una abandonada y la otra abandónica, dos patologías distintas pero que se entrecruzaban en esta larga carrera que era su amistad. Con aristas parecidas, las dos sufrían estas penas de amor. En el fondo se sabían cobardes, y después de años de análisis una, y elucubraciones propias de la otra llegaban al mismo lugar: las historias familiares acuñadas en el fondo de sus razónes eran una herencia dificilísima de parir y en el mismo acto perdonar.
No se podían desprender de un pasado que las había convertidos en seres escépticos, duros, desdeñando todo tipo de amor y descreídas de ello.
Hoy , Margarita y María, siguen sus vidas repitiendo el mismo esquema que tanto las hace sufrir. Unidas en el desamor.