Caderas malolientes.

Danza de caderas macabras, el se quedó estúpidamente mirandola, fija la vista en el vaivén de su cadera. Ella giró, y lo vió mirando estupefacto el lento contonear de pendulo de sus muestras de mujer.
Se le acercó , con la sonrisa impregnada en su cara, que carnada tan sencilla pensó, le fastidiaba un poco, que nada se le negara, en la vida. Ellos caían, y ya ni siquiera eso la complacía. La repetición constante y regular, de este proceso , la aburría.
Decidió ir por más, se le acercó, con la conquista estampada en su cara. Frenesí, de movimientos de copula, que tervigersaban con una danza , bien llevada a cabo. Lo palpó, locamente, probó de sus sudores, de su boca salada, paladeo de lenguas, que marcaban una incipiente noche que auguraba, consumación de los mas elípticos placeres.
Noche de butacas, montada sobre un volante inmovil, probó una y otra vez otra vez más, que la noche acababa entre sus piernas, una y otra vez más, consumida por sus caderas disipadas.