jueves, 29 de octubre de 2009

Sin perdón.

El frío metal ya no le producía escozor como en aquel entonces, ternura de congelado acero que ,solo ella pudo comprender. Sola, única, en aquella callejuela, olvidó toda enseñanza compasiva. Refulgente destello de dientes, que avizoraban el látigo de su reacción nefasta e implacable. Mirada gris plomo, como única respuesta a una vida inmunda. Le habían quitado todo, su hijo, su esencia, su valor, en toda cuenta capitalista, solo sumaba la palabra: devolución con creces.
Parió tristezas en una implacable noche de verano, donde abortó todos sus sueños. La despojaron, de esperanza, extrañamente envuelta en una bolsa de residuos. Miró irse, su vida entre residuos patológicos. Se preguntó por el canje, se planteó el castigo, donde todo es mucho, y todo es poco...
No sobrevivió al dolor, se condenó al castigo de quien no tiene perdón.

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