domingo, 6 de enero de 2008

un café


Hoy me las encontré , en un bar. Me costó reconocerlas, estaban las dos tan embuídas en la conversación que sus cabezas estaban casi pegadas. No me atreví a interrumpirlas, pero no pude con mi curiosidad, y me senté en una mesa próxima, tratando de descifrar aquello que las tenía tan concentradas. Por supuesto , que ni se percataron de mí, y eso beneficio mi sádico interés por escucharlas.
María lloraba, y eso me sorprendíó jamás en años la había visto en esa situación, mientras que Margarita intentaba consolarla aunque le costaba tender la mano caritativa hacia su amiga. Lo noté porque Margarita arrugaba el mantel, y notaba en sus ojos, la duda si iniciar un contacto con su amiga o no.
Margarita era dura, y despreciaba las caricias porque jamás en su vida había podido superar la frialdad con la que dirigía su vida. Desde niña, había sido criada desde un trato distante, y ni siquiera con su amiga podía quebrar esa traba que tenía.
Pedí un cortado , y me dispuse a escucharlas. Reconozco que sentí culpa, por mi indiscreción, pero así y todo no pude resistir la tentación de una buena confesión.

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