domingo, 12 de octubre de 2008

suspirar con lágrimas


El la esperó, la esperó un día y medio, y ella se negó a tamaña espera. LLovía en Buenos Aires, y el clima arreciaba contra la desventura de ser un naúfrago en la ciudad de la furia.
Molesta,por su visita no consentida, le negó cada uno de sus intentos masculinos, por verla. La tormenta, fluía en esplendor, y agitaba más su malhumor. Se negaba furiosa a verlo, la culpa tronaba y retumbaba en esa oscura noche,
Le molestaba profundamente, la serena aceptación de su no, su espera cavilante, su asquerosa paciencia. Por momentos, Mala , deseaba que todos esos gotones, que pegaban contra su ventana, se transformaran en un alud de barro, agua y piedra, y se lo llevaran lejos. Lejos de la conciencia de ella, que amenazaba con oprimirla, y quitarle el aire. Se revolvía nerviosa y caminaba sin cesar por una habitación que no ahuyentaba su espíritu de conciencia. Cada noticia de él, agitaba más su ánimo, y la enojaba mucho más. Se sentía enjaulada, entre la lástima y su ferocidad, la inútil insistencia de el, y la férrea negativa de ella.
Lo negó tres veces, casi bíblico, pensó.
Volvió a llamarla, le insistió, se enojó, nada pudo hacer contra su decisión implacable. Se había dejado ganar por la furia, la bronca, el desatino, su desastrosa actitud, y su débil complacencia. Más tarde, convencido de la naturaleza tormentosa de su actitud, sacó pasaje de vuelta.

Por fin , él dejo su cielo, y ella pudo al fin , suspirar con lágrimas.

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